domingo, 30 de septiembre de 2012

30/09/2012 - 002

No en vano se puede desear
jugando con los sentidos,
senderos anduve perdido,
todo por el poder amar;

Abrí los ojos cual susto
no entiendo nada ni a nadie
quizás es por mis gustos,
o por correr débil por la calle;

No di más de lo que pude poseer
no di queriendo dar,
quise querer pero decidí odiar
y por ingenuo tuvo que doler.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Y si defino el amor...

Un simple gesto, una simple sonrisa, un abrazo eterno o simple "te quiero", detalles sencillos pero enormes que conjugan un gran verbo, crean la acción en su sustantivo que dotan de habilidad a un pequeño ser.

               Amar; puede crearte y también destruirte, pero atravesando los juglares de tu inmenso y complejo motor, tras cascadas que deslumbran y distraen de su inmensa majestuosidad, si agarrando bien el filo, cortante cual escalpelo, vislumbrarás un brillo de tenue luz, que te atraerá de manera misteriosa, pues parece algo inanimado, sin valor y sin sentido luchar por ello, pero tú sabes que debe haber algo ahí, te arrastras sobre piedras de pequeño tamaño pero de afiladas puntas que rasgan tu piel y arañan tus articulaciones, pero no importa, el dolor solo implicará más satisfacción al final y por eso agarras tu moneda de la suerte fuertemente y saltas a un vacío oscuro que en realidad es un pozo oscuro que atravesarás, porque sabes que merece la pena hacerlo, una terrible superficie plana a la que te aproximas te separa de ese poder que te atrae, a duras penas puedes escalar su casi lisa superficie aunque tras cada centímetro que subas se asuma en un desgarre que te apuñala y te arranca lentamente las uñas de tus manos desnudas. No te queda agua, ni víveres, ni tienes a nadie que mantenga tu cordura en pie pero no importa ya que sabes perfectamente que no sabes qué te atrae pero darás tu vida por saberlo, y por ello te arrancarás los trozos de uña restantes en tus machacados dedos, arrancando tu camisa, pues ya no es nada más que un lastre, tu moneda te sonríe, ya estás en la cima y puedes observar la grandiosidad de algo que es... débil, pequeño, de aspecto frágil, dudas en cogerlo ya que su estructura no se predice, te acercas, lo contemplas un momento, te das la vuelta y te sientas en el estrecho saliente observando el duro recorrido que has surcado y cuestionando "¿Por qué tan duro es el llegar y tan fácil la derrota?" ignorando que tras un giro del torso buscando tu ángulo posterior, percibes que ese extraño orbe parece más denso, más resistente, en un hábil paso te aferras a su altar.

             Haciendo primero una sutil intrusión en su perímetro, lo rozas suavemente y su cubierta parece sólida, lo agarras con una mano pero no lo puedes levantar, añades tu siniestra pero tampoco, observas con escalofríos en tu espalda como tu pecho se ilumina en su interior. Tu mano derecha es posada sobre tu palpitante corazón, la izquierda abraza el orbe, sientes algo poseyendo tu cuerpo como si te inyectaran alguna sustancia extraña, todo de repente es más lento, tus movimientos dejan una huella efímera en el aire, todo es siniestro pero solo son segundos pasados a minutos, ya que todo es increíblemente lento, casi congelado, pero de pronto abres los ojos de nuevo y te percatas de que el orbe ya no está, pero solamente a la vista, pues sientes su presencia y su iluminación en lo más profundo de tu ser.

            Ves una puerta que antes no estaba, vas hacia ella, no temes nada, tienes lo que por mucho luchaste, no sabes qué es, pero quisieras que siempre te acompañara en tu camino, te hace sonreír siempre, te cura las heridas, pero prestad atención y no os saltéis ninguna de las palabras ni las letras que voy a escribir a continuación, cuando más apagada esté tu ilusión, cuanto más aplastada esté tu autoestima, alzará su vista sobre tus ojos, te sonreía profundamente, se acercará a tu oído y te dictará la siguiente frase: "te quiero, como ir al infinito y volver... infinitas veces". 

Y esto amigos, esto es amor de verdad.