martes, 18 de agosto de 2015

Sus últimos suspiros.

Ya no dormimos juntos,
y no hablo de abrazarnos
ni de embelesarnos mucho.
Ni de compartir algún baño.

Ya no dormitamos lo justo,
y no hablo de coger tu mano
ni de amarnos con tanto gusto.
Ni de compartir algún daño.

Hablo de mi profundo sueño,
del empeño por verte etérea
detrás de mi cornea, digo eso.
Murió tu compañía eterna.

Entre las paredes ya no duermes
junto a mí, más bien mueres
junto a mí. Como un deseo roto,
como un pasado que destrozó.

Sigo latiendo por tus palabras agrias,
sigo embobado con tu sonrisa amplia.
Mas has muerto en mi sueño; entiende
que el dolor saca el amor aún verde.

Un amor que pereció a tus pies, y ni
lo sabías. Un dolor que creció tanto
y no te diste ni cuenta, por eso yo así
no vivía, y pudo conmigo el llanto.

Te eché de mi corazón tan rápido que casi te guardo,
en mí.
Me hizo ver que soy imbécil y más cuando te amo,
a ti.

jueves, 13 de agosto de 2015

Lágrimas opacas.

A veces despierto de sueños etéreos
en los cuales vivo sin cesar emoción.
A veces muero en mi propio miedo
en el cual vivo sin desear el dolor.
Un intenso dolor opaco.

Caí rendido a los pies de una mujer,
ni siquiera me vio arder allí solo.
No había luz en mi llama; perecí
rodeado de un vergonzoso color.
Un intenso color opaco.

Vi sus abrazos amorosos, y me rendí;
tiré la poca esperanza que quedaba,
hallé el miocardio marchito y huí.
Tan lejos que volví a encontrarla.
Un intenso llanto opaco.

Hay cosas peores que morir, amigo.
Hay dolores que rompen el fino hilo
de la cordura; lo llaman amor, amiga.
Y morí por dentro al ver sus labios besar,
besar lejos de mi rostro, y me rendí.
Un intenso cobarde opaco.

lunes, 10 de agosto de 2015

Mutilando el sentimiento.

No sé siquiera si es real, pero te veo y me parte en dos. Siempre ha podido conmigo mi introversión, le miro a los ojos y me tiembla el pulso y a veces tartamudeo de forma sospechosa al hablarle. Mi forma de ser nunca ha sido productiva en cuanto a confesiones y aunque quisiera hacerlo, sé que cuando pueda, todo habrá muerto en mí. Literalmente paso todas mis madrugadas pensando en cómo decirle lo que siento, solo para quitarme este peso; no pido nada más. No pido sensaciones de en sueño ni fantasías cumplidas, solo pido un rechazo amable y un peso que se caiga de mis hombros ya.

Porque cada agonía la recuerdo, lo recuerdo todo. Desde el desgarrador y punzante dolor inicial al conocer la desgarradora verdad, hasta la constante repetición de esa imagen agria en la retina, una y otra vez. Rasgando el alma, rompiendo la calma y destruyendo al ser. La he visto hoy, y me pasó lo de siempre. Admiración silenciosa de sus cualidades y nada más. Disimulando la muerte interna con conversaciones totalmente normales y propias de mí. Una tortura a la que someto al miocardio. Desprendiéndolo de toda confianza en ese sentimiento que hallo cada mañana más lejano. El amor.

¿Y quieres saber por qué esto me afecta tanto? Pues imagina encontrar lo que parece perfecto, lo que sin saber estabas buscando toda tu miserable vida, el pozo de tus deseos en un solo cuerpo, en una sola voz y en un solo cerebro. Y no es lo que yo vea, pues ciego me habría enamorado de ella igual. Por cómo concatena las palabras, por su raciocinio, por su maldito amor a la vida y por su extraño humor que tanto se parece al mío pero que forja en su rostro una sonrisa tan perfecta que intimida. Ese tú que completa tanto mi yo.

Hacía tanto tiempo que no lloraba, que no me desesperaba tanto como en esta noche. Y lo leerás como si de solo un poco de fantasía se tratara, pero tras este cúmulo de píxeles estoy yo, tratando de que no me cieguen las lágrimas para poder acabar esto e irme a dormir. Siendo ya las 5:31am, no puedo con mi flujo de pensamientos, me autolesiono psicológicamente. Sé lo que me pasa y sé que lo necesito. Pero no sabía que te arranque de esta forma la felicidad sentirse tan solo. Amigo o amiga lector/a, la soledad está bien cuando está controlada. Pero no se os ocurra jamás alejaros de todos, duele de una forma tan perforante que no sabes si sigues despierto o es una pesadilla. Solo me mantiene atado de forma consciente a la vida el dolor de mis riñones.

Noto cómo me desangro, noto el corazón dejar de latir y noto mi piel enfriándose. Fluye por mi mente un odio irracional y fluye por mi rostro ese odio. La cobardía me ha atado en donde estoy y sé que es totalmente mi culpa. Pero ya me da igual, porque quizás viva muchas más décadas, pero hoy estoy muerto y aunque lata mi corazón, ya no late. Ya no siento aunque llore al sufrir, ya no vivo aunque respire y lo más doloroso de todo, ya no amo aunque me haya enamorado locamente.

domingo, 9 de agosto de 2015

Desconfianzas.

Siento mi mente ofuscada en busca de la satisfacción en el dolor, cree que la autodestrucción la distraerá y aliviará. La entiendo, ha sufrido demasiado por sus propios miedos. ¿Y es por eso mi culpa? Traté de ser el mejor en lo mío pero quizá lo mío fue fracasar. Hay tantos sentimientos enlatados en un recipiente sin abre fácil que a veces creo que la vida es una imposibilidad tras otra.

Busqué un hogar, me siento aislado, roto y poco afortunado. No hay espejo en el que no apoye la mano y mire fijamente. Mi mente... la siento fría y distorsionada. La siento sola y tan alejada de la vida. ¿Qué me pasa y por qué me culpan a mí? Nací defectuoso y de eso estoy seguro. Pero no puedo evitarlo pues no sé cómo, busqué mil formas entre mis sombras y nada más hallé vacío. Tratan de evitarme y decir que es todo porque yo lo busco así. Mis problemas no son escuchados, son tratados de tonterías. Aún así yo escucho sus problemas desde el más leve hasta el más largo.

¿Dónde me sentiré seguro, a qué llamaré hogar?

Ha desaparecido el placer de disfrutar de la vida. No sé ver el lado bueno a las cosas porque cada vez se oculta más y se oscurece. No son como mi Luna, que me muestra su sonrisa llena al menos una vez al mes, y su lado oculto siempre lo está. No me amarga con sus problemas, aunque yo lo quisiera. Su humildad me llena el alma, y estoy hablando de una roca redonda que flota alrededor de este planeta.

Y aunque mi mente divague entre diferentes planos de la realidad, dime para qué sirve querer tanto a alguien si luego no soy capaz de articular palabra de este tema enfrente suya. ¿Para qué y por qué soy así...?

jueves, 6 de agosto de 2015

Entre sus muros.

Me fijé que entre cada carcajada había un quejido, tan leve como un suspiro. Así supe que su felicidad era una batalla con sus dolores, cada cuchillada de su pasado era asfixiada con un sinfín de esfuerzo. Quizá contuvo lágrimas y su voz no tembló al hablar de dolor. Y solo su compostura me hizo tiritar, era una batalla en la que se derramaba pasados turbios, mas ella ganaba. Aunque doliera, su carcajada no paraba. Tanta fortaleza rebosaba y me contagiaba de luz. Aunque entre grietas se filtraba el pasado vi sus ojos temblar, pero al parpadear dejó de hacerlo. Su dolor era el que sollozaba, mientras su mente batallaba y ganaba contra la desgracia que asolaba su presente.

Me contó que sufrió y nunca dijo cuánto, me dijo que por dentro murió y nunca la vi tan viva. Ardían sus palabras mientras conducía a oscuras el sendero hacia nuestro hogar. Pero no vi brotar ninguna lágrima, ni una mueca pálida en su rostro. Divagó entre sufrimientos, de uno en uno, autoflagelándose con cada uno de sus recuerdos. Volviéndolos a vivir en su piel tan tersa; dije yo a mí mismo: ¿Por qué se hace ese daño para poder contármelo y cómo aguanta tanto? -Por supuesto, sentí confianza en este acto-.

Era como un castillo de cristal, tan imponente y aparentemente frágil a la vez. Se veía quebrada, su cristal refractaba la luz y la desviaba. Pero aún así no perdió un ápice de energía. Noté un duro portazo al acabar sus frases, el punto final dolía y yo sin darme cuenta, pedía saber más con un silencio cómplice que decía: te escucho. Íbamos a casa, a sentarnos con nuestros pensamientos, o al menos yo hice así. He visto personas mucho más fuertes desplomarse por menos. Y yo, ah, pobre de mí. Con mis ficticios problemas, me imagino con la mitad de ella y sé que mi cristal se hubiera vuelto arena.

Me pedí un poco de luz simplemente al permanecer cerca de su voz, que encandilaba mi ser. Con una atenta mirada al camino y con un atento oído a mi derecha. Sentí cosas extrañas y casi ninguna era buena. Era como ver a un castillo tirarse rocas a sí mismo. Pero resistiendo el golpe de mil tormentas como un árbol aguanta tornados. Yo al lado, intimidado por la situación solamente pude comprender que el dolor que nace del ser, es domable. No abatible, pero se puede galopar al gusto de uno; al menos hasta llegar al cobijo que nos resguarda. En donde la lágrima anónima ha derramado ríos insonoros. Regando el dolor. Mas ella consiguió cual bonsai, podar sus penumbras y dejarlas justas para aprender de sus formas.

Más tarde el sordo entorno me envolvió, hasta que vi su mirada pétrea y me hizo dudar: ¿el dolor enfrió el sentimiento?, ¿Duerme su odio bajo la almohada y solo lo ve al echarse en la cama? ¿O simplemente vive más allá del pasado?. Ralentizada su despedida, vi dos ojos desgarrados. No sé si fueron los suyos o los míos reflejados en ella. Sin pestañear dijo adiós -o al menos espero haberlo oído-, vi su espalda. Luego tras una puerta desapareció y finalmente el silencio.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Ni nadie.

Es la fragilidad más arraigada al miocardio,
encadenada a lo que la mente diga o exija.
Si la cobardía ataca al cerebro y lo enmudece
dejando sordo el pensamiento, que me cobija.

No hubo habla cuando me destrozaron sin piedad,
nadie saltó y dijo basta; es más, no hubo nada.
Nada más que un yo quieto y estático, anclado
a un pasado turbio, pero aún más triste: mejor.

Si el presente ha muerto pues no hay raíces,
y nadie estará cuando marchite mis voces.
Pues sufrí el desamor más desgarrador
y todo el mundo huyó lejos, de mis toses.

Depositaré la confianza en el paso del tiempo
que deshaga el pasado, que orbite lejos de mí.
Que silencie mi mente y me mate tan lento
como el silencio que me ha cubierto así.

Me sentaré en el bordillo más lejano,
con la vista más amplia del pasado.
Con la mirada desconfiada en mi mano,
odiando al gentío que jamás me ha mirado.

Contando cada latido hacia el fracaso,
y como fuertes pasos los noto cercanos.
Tanto como el dolor que yo más amo,
el dolor del jugar conmigo, sin piedad.
Ni empatía.