Vivo entorno a tus sentimientos, aunque nunca los muestres abiertamente; aunque no me veas como un confidente para derramar las lágrimas que retienes en tus penurias. Espero tu mensaje aunque ni siquiera sepas que estoy ahí, atento a las llamadas. Dejo el sonido al máximo en mi móvil, pues quiero saber si me necesitas. Sé que tú eres fuerte, no estoy haciendo que dudes de ello, pero si algo he aprendido es que por mucha fuerza que uno tenga, hay un punto que nos hace flaquear. Mis madrugadas son eternas y aunque ni siquiera se te pase por la cabeza, yo te veo cada anochecer en mi mirada.
Imagino tu compañía, una sonrisa en ambos rostros; el tacto haciendo el sonido aterciopelado que escalofría la espalda. El enredar de dedos tan ansiado que concluye en un acercamiento y sin mediar palabra, suspirar. Liberar los restos de tensión de la vida, y evadirnos. Y fundirnos en un amanecer que lata en sincronía con nosotros. Esa maldita palabra, nosotros. Sé que si lees esto imaginarás que divago, y si es así, aciertas. Quizás piensas que quién será esa persona, y quizás eres tú, mas quizás no. Y estoy loco, quiera yo o no.
Pero más allá de mi felicidad, está la tuya; recuérdame en tus tinieblas, y por favor, no dudes en avisarme si te duele cualquier latido que des. La soledad no es sana, mírame enloquecer por ella. Por eso te digo, bella persona, dame cualquier señal si quieres mi ayuda, si quieres mi compañía. Ya sea en lo malo, y por favor, tenme en lo bueno. Estoy aquí, por tus sonrisas, incondicionalmente.