miércoles, 23 de abril de 2014

Mal sueño.

Impregné, el manto que cubría tu velo,
amargo, insalubre, y de un color roto.
Sentado y vivo, sórdido, sí, yo puedo
vivir en muerte, y ser alguien tan solo.

Abracé el temor, pues nadie más me miró,
quise ese ardor, mas no vi al que avisó.
Si entre el sol, y tu Luna, somos dos, fue
un cielo, un suelo, un hielo y mi dolor.

Y el manto, que tu velo cubría, a ti;
Y el llanto, que tu pelo encubría, de ti.
Y el canto, que tu garganta construía, a mí.
Y el tonto, que yo convencía, a mí.

Vibré con el primer tacto, y más nunca paré,
como el diagrama ideal, el aire no me frena,
ni la lágrima, ni la pena, ni la vida, ni mis venas,
mas tu beso me para en seco, y más nunca paré.

Alargué mis besos, quise que llegaran a tus brazos,
tropezó el primero y normal que rompieranse en pedazos
de mil astillas, mil temores que me rompen, a mí.
Como el sol de mañanas en que pienso, y estás ahí.

sábado, 19 de abril de 2014

Latente, me destruyo.

Brilla el reloj, que andante me habla del tiempo, me dice que pasan los segundos e intuyo que pasan las horas y los minutos. Y los días ya no me dejan estar tan seguro. He conversado con él día y noche, sobre todo las noches de bohemia, de miseria, de tragedia auto-infringida. Y es que la tortura viene del interior incentivada por el exterior. He visto andar mis minutos, he visto perecer mis segundos; he llorado por aquel chico que alegre llegaba de clase, todo es fácil -se decía-, y de vuelta a una rutina amplia en ilusión. Aquel chico fui yo y la circunstancia y la vida misma le destruyó.

Concluyo el verso o la oración con una disculpa, no sé si algún ente he ofendido, no sé si es una conspiración por todo lo vivido. Pero yo veo convulsas las sonrisas, veo irritante la felicidad y quizás es mi estúpida razón la que me mata, la que hace pedazos la realidad. Tuve miedo del reflejo, del espejo, de todo lo que rodeó la mente turbulenta que acechaba cada paso para declarar la guerra al lagrimal. Vestí de negro en ocasiones, porque predije mi muerte y no fue así, solamente un desamor, un dolor o una simple razón que me dolió. El odio, el asco y el amor, de la mano y enfadados conmigo. "Tony, no haces feliz a nadie, tu egoísmo está llegando a puntos insospechables". Me dice mi propia mente, e indigente vago entre mis pensamientos. "Yo soy el culpable, me merezco este dolor, pero quiero sonreír", me dice mi estúpida conciencia.

El orden es idóneo, muero por odio, doy asco y quiero amor. Yo muero, doy y quiero tantas cosas; le quito el sentido al amanecer, la Tierra me sonríe anaranjada y yo lloro, porque me siento como el astro rey, abandonado y alejado de la nada. Y miremos a la Luna, pensaba que estaba sola hasta que caí en la cuenta de que todo el mundo la puede estar mirando en ese mismo instante, teniendo más adeptos de los que yo jamás tendría. La decadencia que recae sobre mi pecho es equivalente al grado de autodestrucción que estoy propiciando, que sé que tengo que ser feliz, mas no puedo. Y no sé por qué. Quizás no quiero.

martes, 15 de abril de 2014

Hasta la vista, esperanza.

La esperanza se levantó famélica, y como parte de la tragedia me dijo entre gritos que no puede convivir más conmigo, que solo pasa hambre, que no tiene fuerzas para vivir. Pasa frío y tirita todas las noches. El sol dejó de darle hace tiempo, la luz casi la olvida, el dolor lo conoce como la palma de su mano. Estoy dispuesto a dejarla marchar, pues no la conseguí cuidar, es más, si la cuidaba, nunca florecería. Una vez recuerdo que tuvo alas, volaba y venía empapada en ilusión y emocionada guardaba hasta la última gota.

La vi recogiendo sus pertenencias, "Ah, esperanza mía, esperanza traslúcida", te veo recogiendo sus sonrisas, sus besos, sus abrazos; te vi recogiendo su pasión y me dolió verlo, pero te llevaste sus suspiros, sus miradas cómplices y... y... te la llevaste a ella. Cerraste la maleta y miraste a la puerta, me escondí rápidamente aunque ya sabía que yo estaba ahí. Me apoyé en la pared y poco a poco fui resbalando hasta que quedé sentado. Postrado ante la puerta de mi esperanza que en breve se marcharía, pasó casi un mes pero se fue, se fue. Y no, no pude hacer nada y no, no puedo hacer nada.

Le dediqué un pensamiento que jamás le conté: "En la más tenebrosa vida, en la más ardiente soledad, en el fondo de esta turbulenta personalidad, yo siempre te sentí especial, tu alegría era palpable, y tangible tu ilusión. Inefable es tu belleza por mucho que lo desmientas, no es mi ceguera emocional la que realza tu brillo en mi retina. Eres tú. Intenté ser yo mismo y lo fui, un cobarde. Te brindé mis sentimientos y no recibí nada más de lo que esperaba, fuiste fiel a mis sentimientos, los acariciaste, los miraste y dulcemente los negaste, eres así, esperanza mía, un sol dorado. Entiende mi luz, mi haz fugaz que incapaz al menos llegó a tu conciencia; la ida es la ida y dolerá siempre que se sienta, y tu ida fue la despedida de la cordura, esperanza te has ido, y como despedida no te veré, no sé si tus labios reirán igual al verme sufrir, no sé si tu tiempo pasará igual de rápido que el mío."

Y solo supe escribirte pero no darte mi corazón: "No esperaba más, no esperaba nada, no esperaba un hola y sí esperé un adiós, sembré mi desgana y brotó mi destrucción; embarco en busca de la razón y solo encuentro tus imágenes, ¿qué más voy a hacer si tu ilusión fue mi mástil y tu calor fue mi océano, y mis lágrimas son ahora el viento y tu pasión, mi tormento? Ni amada, ni musa, ni poema, aunque eres la más grande, te fuiste sin problemas."

martes, 8 de abril de 2014

Naciendo en tus ideas.

Estaba volátil, increíblemente ligero y ondulando con la brisa que la mañana arrastra hacia nosotros. Y es como si invisible pero tangible atravesara mis dedos, como una pluma que solamente te roza con su vellosidad más delicada. Es el cosquilleo que recorre mi espalda, eriza el vello de mi nuca y siento como una jarra de agua fría sobre mis lumbares. El placer inefable de traspasar tu cabello con lentitud, notar en cada nervio de mis dedos tu frondosa cabellera. Tan oscura como el misterio, y que tiñe el ocre. Teniendo su orilla en mitad de tu espalda, zigzagueante cuando andas, y tan sedoso cuando giras la cabeza.

Derramado sobre tus hombros, y rodeando tu bello rostro, haciendo contraste con el blanco de tus dientes y el rosado de tus labios. Cuando lo dejas suelto y el viento hace que cabalgue en cada ola de aire, ondulante, serpenteante como el mismo viento que en una cálida tarde te refresca. Indescriptible su tan íntimo tacto que solo el más dichoso de los humanos fue capaz de crear y dejar que brotara en ti ese cultivo de perfección. Que tiene la virtud de acariciar tus mejillas, rodear tu cuelo como si te abrazara sutilmente y pudiera decirte cada mañana 'buenos días'. Como el roce de las sábanas nuevas, como acariciar descendiendo y ascendiendo por la espalda con la punta de una pluma. Como una catarata que resbala de tu cabeza y rebota en tus hombros y espalda, pero quedándose estático y perfecto a la vista.

Cubre tus ideas, tu pensamiento e incierto alberga tus sueños y te acompaña literalmente en cada segundo de tu existencia. Es el ente inerte que cumple mis sueños sin siquiera tener conciencia de ello. Y yo me quedo en blanco, frente a ti y frente al cúmulo de imposibilidades. Aquí, pudiendo acariciar tu pelo y pudiendo desear, y nada más. Y nada más.

Pero llegó el momento en el que no puedo ni tocarlo, ni verlo sonreír y no te acercas más, pero no lo hagas porque sino no te dejaré ir y eso es algo que no debe suceder; pues primero arruinaré tu vida y luego la de todos a tu alrededor, pues soy así, un agujero negro de sentimientos puros, un profanador de pureza emocional, un egoísta sensiblero que hace del sentimiento un templo inexpugnable, mientras que lo destruye cuando nadie observa. Soy un ente corrupto para mí mismo, pero no para los demás, tu belleza es inalterable, inalcanzable pero me besaste en la mejilla una vez. Y te sentí mía, felicidad, te sentí mía.

Todo lo que te rodea y todo lo que eres; muchos hablan de que las virtudes pueden ser mayores que los defectos, pero ¿qué es un defecto? Si en esencia el ser humano es un defecto para el planeta, hablamos de virtudes cuando la única virtud es utilizar los sentimientos adecuadamente. Y luego estás tú y tu espléndida melena, para romper mis esquemas y poner sobre la mesa el término perfección. Y tus besos soñados, y tus palabras imaginadas...

domingo, 6 de abril de 2014

Qué quiero.

Solo veo deseos en cada esquina, la mujer que acompaño a veces llega hasta mi corazón pero me prometí no mirar más allá de ese muro, lo hice una vez y fue un error, pues su corazón está ocupado. ¿Y yo quién soy más que ese chico al cual le gustan las mujeres enamoradas? Un chico que bajo el sol se marchita y se asa cual estrella de mar varada en la playa de arena negra. ¿Qué hago más que hablarme a mí mismo? No pude comprender si me dicen ser tan buena persona, acabo siempre errando y fallando. Viéndome de esa manera tan egoísta, tan pesimista y tan antisocial.

Solo quiero que se cumpla uno de mis putos sueños, y me veo estancado entre una multitud que avanza. Siempre veo mis manos manchadas de tanto esforzarme, pero retrocedo en sentimientos, y es que me abstraigo de esta mente y me pierdo, y prefiero el sosiego de no hacer nada y pensar y torturarme. Como siempre, como siempre que caigo, como cuando me voy y echo un mal trago, un alcohol que calma mis nervios y me anestesia. Un trago que me siente en un banco y me haga recapacitar, que me desenfoque el dolor y que tranquilice mis dedos temblorosos.

Necesito una solución que alterne entre pensamiento y lágrima, que me vea con la tez pálida y me acueste, que me bese la frente y el hígado aunque me cueste, necesito un cúmulo de estrellas, de polvo de ellas, de átomos incandescentes que besen mis huellas, un amor incomprendido como el mío por las botellas. Sin exagerarlo, sin disculparlo y lo peor de todo, sin entenderlo.

Vago amargo, agrio y apático, cuando suele ser todo lo anterior pero empático, no puedo con mi ser, no puedo y por no poder, no quiero. Acaricié a la vida vivaz, y me atacó voraz y tenaz cuando yo no fui capaz de mantener una conversación sensata con un desconocido. No soy, ni quiero ser, parece. No puedo, ¿quiero? ¿Qué quiero...?

miércoles, 2 de abril de 2014

Miel en mis labios.

Besé tu silueta que creó un eclipse de blanco borde sobre tu cintura, frente a la luz de la Luna y tú te antepusiste a su haz. Difuminada abarcaste mi vista hasta que logré enfocarte, eras tú en contraposición a la blanquecina luz de mi satélite favorito. Pero ocupaste mi atención y aunque traté de no parecer tan intrigado, mis ojos seguían el contorno de tu piel. Miré tu rostro tras fijarme en cada detalle desde tu cintura hasta tus ojos. Que fijos en mí me intimidaron y bajé la vista unos centímetros para ver tus labios. Que arqueados de forma cóncava emanaron de mí latidos de más, segregó mi mente adrenalina sin parar. Y es que eras tú, mi sueño más cálido.

Te sentaste sutil en mi regazo, sin dejar que me levante, me prohibiste mover los labios y mucho menos hablar. Me miraste tan profundamente que mis dolores se derritieron ante tu sol. El oro de tu piel con la plata de la Luna bañaron mis pupilas en un mar de belleza. El oscuro pelo contrastado por el brillo del cielo nocturno y tu ennegrecida silueta, marcada nítida y voluptuosa tan cerca de mi vista. Te levantaste sin articular palabra, te giraste delicadamente y en solo dos pasos te apoyaste en un muro blanco, levantaste la cabeza y mirabas a la Luna en todo su esplendor. Cruzaste las piernas e inclinada levemente en el muro descansaste tu torso. Mientras mirabas al cielo como en trance, como si te hubiera hipnotizado.

Me levanté sin quitarte la mirada de encima, inconsciente. Y ahí estaba mi mente tejiendo una telaraña entre tú y yo, y la araña se posó sobre tu espalda, tirando del hilo para que me acerque a ti. Hasta que mi cuerpo choca con tu espalda, como si me tropezara. Sentí tus manos buscando las mías, las encontró y veloz pero sutil me aferraste a tu cintura y apretaste para que no me separara. Con tu hombro me hiciste alzar la cabeza y me dijiste que mirara la Luna, luego preguntaste: "¿Qué es lo más bello que ves en la Luna?". Yo callé, no pude responder, pues mi mente respondía que lo más bello de la Luna era su misterio, estática en el cielo me iluminaba y me hacía cuestionarme la existencia; pero mi corazón decía que lo más bello era su luz reflejada en tu piel, permitiéndome verte iluminada por mi astro favorito.

Embarqué mis labios hacia ti, acerqué mi cara a la tuya, paralela a tus labios se hallaban los míos, noté tus pestañas en mi mejilla cuando cerraste los ojos y te encogiste en mi cuello. Yo apoyé mi sien en tu cabeza, giraste tu cara y apuntaste hacia mi sonrisa, me acerqué a ti y cerré los ojos, para sentirte mejor, y me acerqué lentamente, sentí tus brazos abrazando mi cuello y justo cuando el corazón latió 2211 veces y tus labios cuales pétalos dorados rozaron mis labios, abrí los ojos; varado entre mis sábanas, y en solo 7 latidos sentí mi Luna llena nublarse y tu silueta generosa desenfocarse. Como el sueño que protagonizas y como la ilusión que movilizas entre mis neuronas, mía, tan mía cuando sueño -tu pasión-, y tuyo, tan tuyo todo el tiempo -mi amor-; y eras tú, mi poema.