miércoles, 2 de abril de 2014

Miel en mis labios.

Besé tu silueta que creó un eclipse de blanco borde sobre tu cintura, frente a la luz de la Luna y tú te antepusiste a su haz. Difuminada abarcaste mi vista hasta que logré enfocarte, eras tú en contraposición a la blanquecina luz de mi satélite favorito. Pero ocupaste mi atención y aunque traté de no parecer tan intrigado, mis ojos seguían el contorno de tu piel. Miré tu rostro tras fijarme en cada detalle desde tu cintura hasta tus ojos. Que fijos en mí me intimidaron y bajé la vista unos centímetros para ver tus labios. Que arqueados de forma cóncava emanaron de mí latidos de más, segregó mi mente adrenalina sin parar. Y es que eras tú, mi sueño más cálido.

Te sentaste sutil en mi regazo, sin dejar que me levante, me prohibiste mover los labios y mucho menos hablar. Me miraste tan profundamente que mis dolores se derritieron ante tu sol. El oro de tu piel con la plata de la Luna bañaron mis pupilas en un mar de belleza. El oscuro pelo contrastado por el brillo del cielo nocturno y tu ennegrecida silueta, marcada nítida y voluptuosa tan cerca de mi vista. Te levantaste sin articular palabra, te giraste delicadamente y en solo dos pasos te apoyaste en un muro blanco, levantaste la cabeza y mirabas a la Luna en todo su esplendor. Cruzaste las piernas e inclinada levemente en el muro descansaste tu torso. Mientras mirabas al cielo como en trance, como si te hubiera hipnotizado.

Me levanté sin quitarte la mirada de encima, inconsciente. Y ahí estaba mi mente tejiendo una telaraña entre tú y yo, y la araña se posó sobre tu espalda, tirando del hilo para que me acerque a ti. Hasta que mi cuerpo choca con tu espalda, como si me tropezara. Sentí tus manos buscando las mías, las encontró y veloz pero sutil me aferraste a tu cintura y apretaste para que no me separara. Con tu hombro me hiciste alzar la cabeza y me dijiste que mirara la Luna, luego preguntaste: "¿Qué es lo más bello que ves en la Luna?". Yo callé, no pude responder, pues mi mente respondía que lo más bello de la Luna era su misterio, estática en el cielo me iluminaba y me hacía cuestionarme la existencia; pero mi corazón decía que lo más bello era su luz reflejada en tu piel, permitiéndome verte iluminada por mi astro favorito.

Embarqué mis labios hacia ti, acerqué mi cara a la tuya, paralela a tus labios se hallaban los míos, noté tus pestañas en mi mejilla cuando cerraste los ojos y te encogiste en mi cuello. Yo apoyé mi sien en tu cabeza, giraste tu cara y apuntaste hacia mi sonrisa, me acerqué a ti y cerré los ojos, para sentirte mejor, y me acerqué lentamente, sentí tus brazos abrazando mi cuello y justo cuando el corazón latió 2211 veces y tus labios cuales pétalos dorados rozaron mis labios, abrí los ojos; varado entre mis sábanas, y en solo 7 latidos sentí mi Luna llena nublarse y tu silueta generosa desenfocarse. Como el sueño que protagonizas y como la ilusión que movilizas entre mis neuronas, mía, tan mía cuando sueño -tu pasión-, y tuyo, tan tuyo todo el tiempo -mi amor-; y eras tú, mi poema.