domingo, 6 de abril de 2014

Qué quiero.

Solo veo deseos en cada esquina, la mujer que acompaño a veces llega hasta mi corazón pero me prometí no mirar más allá de ese muro, lo hice una vez y fue un error, pues su corazón está ocupado. ¿Y yo quién soy más que ese chico al cual le gustan las mujeres enamoradas? Un chico que bajo el sol se marchita y se asa cual estrella de mar varada en la playa de arena negra. ¿Qué hago más que hablarme a mí mismo? No pude comprender si me dicen ser tan buena persona, acabo siempre errando y fallando. Viéndome de esa manera tan egoísta, tan pesimista y tan antisocial.

Solo quiero que se cumpla uno de mis putos sueños, y me veo estancado entre una multitud que avanza. Siempre veo mis manos manchadas de tanto esforzarme, pero retrocedo en sentimientos, y es que me abstraigo de esta mente y me pierdo, y prefiero el sosiego de no hacer nada y pensar y torturarme. Como siempre, como siempre que caigo, como cuando me voy y echo un mal trago, un alcohol que calma mis nervios y me anestesia. Un trago que me siente en un banco y me haga recapacitar, que me desenfoque el dolor y que tranquilice mis dedos temblorosos.

Necesito una solución que alterne entre pensamiento y lágrima, que me vea con la tez pálida y me acueste, que me bese la frente y el hígado aunque me cueste, necesito un cúmulo de estrellas, de polvo de ellas, de átomos incandescentes que besen mis huellas, un amor incomprendido como el mío por las botellas. Sin exagerarlo, sin disculparlo y lo peor de todo, sin entenderlo.

Vago amargo, agrio y apático, cuando suele ser todo lo anterior pero empático, no puedo con mi ser, no puedo y por no poder, no quiero. Acaricié a la vida vivaz, y me atacó voraz y tenaz cuando yo no fui capaz de mantener una conversación sensata con un desconocido. No soy, ni quiero ser, parece. No puedo, ¿quiero? ¿Qué quiero...?