lunes, 13 de octubre de 2014

Sufriendo a gritos.

El tacto enfurecido del ser esclavo,
el fruto ya podrido, del universo harto.
El dolor amargo del frío escenario.
Hablando del perfume y de su tacto.

Se sentó a mi izquierda, y me miró,
sacó de mi pupila mis secretos, cómo no.
Su penetrante mirada pudo conmigo,
tejiéndose su sonrisa entre mis hilos.

He vuelto, dijo mi ardor, mi ella, mi flor.
Te siento vacía, esmeralda, dijo tan azul,
tan pálido, tan súbdito de tu ardiente calor.
El joven idiota que ansía ser el yo del tú.

¿Has visto a sus poros sudar temor,
a sus piernas temblar por el horror,
a su corazón revoloteando del miedo
o a sus esperanzas yaciendo en el suelo?

Ese es el verdadero ser que vive en él,
en mí. El horrible ser que muere, al fin.
Respirando paralizado de inefable rostro
deseando portar tu mano, y tocar tu piel.

Míralo morir por ser tu principal sueño,
míralo vivir pensando en todos tus gestos.
Míralo morir por ser quien no es para ti,
pero míralo sin los ojos para que sepas qué es realmente dejar de vivir.