martes, 14 de mayo de 2013

Mi Luna.

En este vacío infecto donde deambulamos en ocasiones, bajo un techo profundo en el que desaparecen o solamente viven las ilusiones, lejos, tan lejos que ni siquiera existe. No sabemos si está pero lo miramos para pensar y a ciegas navegamos en él.

Es esa cúpula que nos envuelve, que por el día brilla con su color azul, por la noche desaparece el color y se vuelve igual que la agonía, negro. Encarna el color de la desesperanza, también ausente, el techo de los que tienen su corazón e incluso su mente errante. Se trasparenta ese techo para mostrarnos en toda su plenitud las estrellas que nos rodean, y más en concreto esa pequeña pero gran farola que nos ilumina.

Allí arriba, alzándose llena, diciéndonos implícitamente que en toda oscuridad existe una luz que la ilumina, una pequeña salvación tras ese dolor en el pecho, quizás algunas noches ya no se deja ver, para también decirte que no siempre será visible esa luz, pero que aún así estará allí esperándote, susurrándote que si te rindes no volverás a sonreír tanto como deseas, pero que si luchas, aunque lo tengas todo perdido, ganarás, siempre, si lo haces con todas tus armas, la batalla, aún perdida, te hará sonreír. Por eso mi luz serás tú.