lunes, 8 de septiembre de 2014

Mi temor.

Como una simple brisa de aire, fluye en mí una sensación errática, un dolor que me avisa sobre un fallo en mi forma de vivir. Tantas sensaciones que simplemente destruyen mi autoestima, el pensamiento que voraz devora mi sonrisa y que termina todo en el mismo mar, en vano. Sentir tanto por alguien no finaliza de buena manera, pues entre lágrimas se olvidará el presente pero dejará un pasado que atormentará eternamente. Ni una sola vez he sabido controlarme, olvido los defectos e idealizo mis sueños de tal manera, que parecen que me hacen daño en la realidad.

He intentado cambiar, vanamente ya que no he sido capaz de dejar de imaginar su bello rostro sonriéndome, queriéndome, sintiéndome... es más, algunas veces e inconscientemente la miro sin disimulo, fijamente y con cara de enamorado, mas ni ella ni nadie ha percatado que mis sueños se impregnan de su esencia, de su burlesca forma de ser, de su inefable belleza y de su increíble mente. Aunque nunca podré acercarme y decirle todo esto, pues temo a mis sentimientos.

El miedo me aborda cuando trato de sincerarme; me tiemblan las manos, digo estupideces e incluso a veces la enfado. Por el pánico que le tengo a cagarla, cómo siempre hago, cómo siempre haré. Y cuando menos me lo espere ella se irá, será tarde, aunque es mi forma de llevar la vida, mal, a destiempo, haciendo las cosas tarde y un largo etcétera.

Aunque la peor sensación de todas es ver cómo desaparece la esperanza, lo único que me queda, que me salva de la vida. El anhelo de un sueño que jamás llegará, pero que arropa mis ilusiones cuando más lo necesito. Perderé lo único que tengo, y ni siquiera sabe que me muero por su beso.