viernes, 5 de septiembre de 2014

Tejiendo el sueño.

Te siento, te observo, te comprendo, te escucho, te veo marchar, te escucho cantar, te siento volar; haces tanto en tan gris mente, amansas tanto llanto en tan dolorido ser, adormeces bestias de una tan maldecida mente. Lo peor de todo esto es que quizás ni lo leas, quizás ni te des cuenta de que una mirada te observa siempre con un pensamiento cálido que me atormenta al saber que te irás. Ojalá supieras cómo enloquezco por ti, cómo soy tan idiota como siempre de no decírtelo a tiempo aunque sea para verte sonreír en tu rechazo. Pero mírame, anclado a la rutina de autocompadecerme, anclando mi mente en el puerto del dolor sin partir en busca de tu risa tan amplia y tan cercana; mira atentamente cómo destrozo mi corazón yo solo sentándome a ver cómo te vas. Mírame y por favor, perdóname.

Me duele, me arde, me escuece, me quema por dentro, me mata por dentro, siento que mi interior se derrite en agonía, mi propia tortura, mi estúpida andanza hacia la más desesperada meta, llorar compadeciendo mi propio dolor. No sabes ni cuánto, ni cómo odio mi propio ser, lo fácil que es para ti una meta de gran calibre, lo fácil que es ser feliz. Lo difícil que hago yo vivir, lo sencillo del sonreír por la vida, lo imposible de cambiar una mente trastornada, un imbécil que deja al pasado adentrarse en el presente. Un iluso que vive del pensamiento lúgubre y condena a sus actos a un futuro oscuro. Obliga a una lágrima a huir de su hogar, a marchitarse en el labio desquebrajado. Que obliga a una mirada verse reflejada en un vidrio mustio en sensaciones, para odiarse otro poco más por su tan inherente cobardía. ¿Has sentido la desesperación cuando las cadenas que te atan las has forjado tú?

Vivo con la esperanza de que tu presencia me cambie el ánimo, de que tu luz ilumine mi tenebroso miedo al fracaso, quiero fracasar y a lo grande, quiero verte los ojos y sentir tu decepción cuando te diga que tú, y solamente tú eres la causa de mi sonrisa endeble; imagina a este ser cogerte de la mano y decirte palabras que hagan temblar sus piernas, decirte el por qué de tantas palabras que se traban en mi lengua. Imagina a este humano siendo por fin un humano, un ser de corazón hondo y una fe increíble por el sentimiento férreo que forja mi latido, imagina por un momento que por fin dejo de ser lo que quiero ser y empiezo a ser yo. Un chico alegre, sin cadenas, sin bozales, sin miedo a tu ida, sin miedo a las despedidas, sin miedo al fracaso al fin.