domingo, 28 de junio de 2015

El otro búnquer.

Todavía no comprendo cómo alguien puede encararse a la persona que más porcentaje de pensamiento se lleva y es capaz de decirle todo lo que hay en ese pensamiento. Cómo es tan fácil perder la fe en un mismo cuando la ve venir, aunque solo sea un instante. Cómo se dificulta la gesticulación de una simple oración que rodea un contexto tan complejo como eres tú. Y un dolor interno e intenso, como un vacío en algún lugar dentro de uno mismo que no existe. Similar a esa sensación, a ese placer interno al ver un cielo naranja en una puesta de sol, que no sabes en dónde lo sientes, pero te da igual porque lo sientes. Aunque con sus ojos. El viento fluir en un caluroso día, una caricia invisible que rodea tu ser y relaja la piel, pero con su voz. El primer baño veraniego en el mar y sentir un cosquilleo tan agradable por ese contraste de temperaturas, sentirte libre rodeado de tanta agua, aunque con su abrazo.

Pero mientras bajo llave oculto la realidad, para no decirte algo que me haga perderte; al menos tal y como te tengo ahora mismo. Cómo es tan difícil sentir si no se siente, si solo vive en mi interior, mientras me consume y devora como el ácido más corrosivo. Mas no puedo guiar mi vista a tus pupilas y decirte "quiero contarte algo". Quizás me merezca esta desesperación por no saber alimentar la llama y dejar que merme por miedo a que desaparezcas. Aunque solo sea psicológicamente. Quizá por eso está todo tan blindado en mi mente, porque odio el abandono, las despedidas aunque sean monólogos y la decepción de quien más aprecio. O quizá sea que ya sé la respuesta pero conocerla me destrozaría o simplemente y lo más seguro es que en mí habite el ser más cobarde y miedoso de la faz del planeta: yo. Quizás sea eso y ojalá no fuera eso.

Cada vez que te hablo, mi corazón late en la espera de tu respuesta. Y aunque pasen semanas, te hablo con la misma ilusión. Y tú ni lo intuyes. Pero aceleras un latido. El otro día dibujé mi encadenado yo, atado a una idea de rechazos constantes y de una imagen de uno mismo para nada esperanzadora. Como si ya supiera que voy a fracasar en todo y quizás lo hago debido a eso, pero jamás lograría vencerlo. Pero mírame, trasnocho cada día y me veo sin asco. Sin ser un ente nocturno que divaga entre sensaciones y solo vive para lamentar su propia existencia, de la que no renuncia por un atisbo de luz que una vez creyó ver. Ese fui yo, el ser que cree haber visto luz y sin saber si es verdad, vive para encontrarla. Quizás esa luz fuiste tú. ¿Y cómo sabré yo que lo sabrás?

Mas habiendo confesado mil veces en textos mi pensamiento, nunca lo he dicho; nadie sabe que tú estás aquí, ni que tú avivas la llama de una vida que marchitó tantas veces. Y tras estas puertas de plomo que esconden la realidad del terrenal mundo se halla mi sonrisa; un experimental gesto que acompañado por ti, se hace real. No es un simple capricho, ni una necesidad. Quizá sí sea un deseo, pero es más un regalo que le hago a mi corazón, enamorarse de ti. Pero el miedo cerró las puertas y no encuentro la llave...