martes, 3 de noviembre de 2015

Una sombra en tu habitación.

Te he sentido llorar a la distancia más eterna, he sentido tus pasos irregulares caminar apoyados a la pared. Sentí el rechinar de tus dientes cuando la rabia fluía en tu cuerpo, vi tu dolor brotar como aspersores en cada mañana al despertar. Vi que tu monotonía hacía monocromo el color del cielo a cada tarde, el azul se griseaba a medida que tus cuencas se llenaban de un salado sentir. Y tu día marchitaba siendo solo la una de la tarde. Te decías ¿Por qué? pero ni siquiera lo sabías. Tu sonrisa desaparecía a medida que la monotonía ocupaba el día. ¿Qué necesitabas, qué querrías? Quizás paz, quizás solamente volver a amar. Quizás una sonrisa o un hombro y nada más.

Cuando acabaste rendida y me dijiste Holabuscando en mí el apoyo que necesitaba tu edificio. Un cimiento estable, de hormigón armado. De corazón forjado, buscaste refugio en mí. Dijiste sin miedo Te necesito, y te respondí que siempre estaré. Búscame, allí estaré. Sin dilación, sin negación ni esperas. Soy más rápido que la sanidad en curar tus heridas, soy mejor que el ibuprofeno cuando se te inflama el miocardio. Te tendí la mano para recogerte, no para que dependas de mí. Te haré fuerte de nuevo, mostrándote quién eras. Y cuando tu noche sea blanca, y sonrías por la calle. Quizás ni te acuerdes de mí, pero allí estuve yo, aleando tu metal con fuerza sobrehumana. Recuérdalo (si quieres).

Necesitaste un abrazo en cada mañana, y no pude estar por la distancia, no fui parte de tu infancia. Pero el tiempo nos dio esta oportunidad para amarnos (si quisieras), el tiempo se refugió en nosotros adrede, para despistarnos de la rutina y chocarnos en un pasillo tan ancho que se nota intencionado el choque. Me buscabas y te dije: aquí estoy. Porque te busqué tanto tiempo como llevo vivo. ¿Sientes el acero que estoy creando en tus arterias? Es para que no llores sin necesidad. Para que te duela menos la realidad. Forjé tu nombre en mí. Para ti.

Y cuando tu noche sea luz, y sonrías por las calles. Quizás ni te acuerdes de mí, pero allí estuve yo una vez. Forjando tu sonrisa con cada lágrima que derramaste en mi hombro, no espero reconocimiento. A la distancia que tú propongas miraré tu sonrisa de nuevo, y sonreiré porque parte de mí está en ese labio levantado. Te miraré de lejos, diciendo que en tu habitación te aparto de la oscuridad y te diré las razones por las que tu existencia mejora la mía. Seré el ente que nunca te falle ni se estalle contra tu dolor. Seré el cinturón que te aferra al vehículo en cada colisión. Estaré sin cesar, seré tu aliento. Y aunque solo te ilumine la luz blanca de un flexo en tu cuarto. Yo seré el resto. Te sentirás sola entre esas paredes, y yo deseoso de ti, seré aquel que te conteste sin esperas. Seré tu escudo, tu vigía. Seré una sombra en tu habitación.