viernes, 21 de noviembre de 2014

Aquella flor que dorada brilló en mí.

[04/04/2014]
¿Qué es el manto pétreo que cubre mi felicidad, un beso de tu aliento o una mirada, y nada más?. Entré vorazmente en la fina cuerda que te ataba a la realidad, y perdí el equilibrio, es más, perdí tu visión, tu rostro ahora solo es un recuerdo y un cúmulo de píxeles, nada más que una falsa realidad. ¿Dónde quedaron esos abrazos de despedida frente a mi ida y a tu espalada contoneándose al irte? Yo pensé que el perfume que desprende tu voz nunca cesaría, mas mírame, errante y encima confuso. Más o menos sé qué es lo que me espera, pero no llega, no llega.

Imagina un techo que me oprime, una mente que me deprime, una realidad, que nada más existe y me rompe las ilusiones, un beso etéreo, un lugar tuyo y mío, créelo. Ya estoy harto de creerlo yo y de poseer mi esqueleto cuando me hundo bajo mi techo. Y es así, es un yo contra la vida, un qué hago, y cuando lo hago me arrepiento, un constante sufrimiento, una constante variación de mi humor. Ahora estoy triste y más tarde melancólico, y quizás si sigue así mucho más tarde ya seré alcohólico. No lo sé, no puedo saberlo pues ni conozco mi mente, ni conozco mis ganas.

Desde siempre he sido un cobarde, un mero personaje al margen de lo que la vida es en esencia. Un cero a la izquierda en mi mente y un despojo para mis ojos. He intentado creerme original con mi lamentable y pésima actuación; si no me querías antes menos me querrás ahora, pues mi depresiva y constante actuación ante ti, ya te habrá alejado del todo de mis brazos. Qué más que un mero espectador de tu belleza podría ser a estas alturas. Si tu voz me duerme entre los laureles y tu dulce y aguda risa me despierta de mi dolor interno. Solo fuiste un instante, dos días a lo sumo, un máximo de dos horas juntos en total, una fugaz amistad que se extiende en un "quedemos algún día". Un fruto que pudriéndose me pide alivio, alivio en su extinción.

Es verte de nuevo y sé que si vinieras, te besaría, es oírte de nuevo y sé que si me hablaras, me derretiría. Pues soy débil ante mi pasado, y creo siempre que donde hubo habrá y si no hubo se creará. No soy nada más que un títere de mi corazón, cabeza y cojones. Dependiendo de quién se sienta más fuerte pues actuaré en consecuencia. Mejor debería atar mis locuras de depresivo, y quedarme al margen de tu felicidad, sí, mejor debería.