miércoles, 22 de abril de 2015

Arrítmico latir.

Vi llorar al que menos tenía,
y no fue por posesiones.
Vi levantarse al débil,
y no fue por fortaleza.
El cobarde ya no temía,
mas no fue por valentía.
Pues aquello que alentó sus corazones
no era otra cosa, que la vida.
Ya fuera por su belleza o por su ausencia, también valía.
Así que, buena o mala, tú vivías
en ella. Y eso era la ilusión,
o tu sonrisa, o mi derrota.
Pero sin sentirte tan sola.

Quién te viera a solas...
y como olas vienes y vas,
pero no te quedas nunca.
Tan fugaz como un suspiro
que calma el turbio entender,
y llegué a tejer tu rostro;
que tanto admiro.
Y tu voz ¿Y tu voz?
La echo de menos, aquí dentro.

¿Te vas o vuelves?
Yo te explico el vivir
que me anima a existir.
Que me arrastra a este devenir
como un tornado voraz.
No hubo nada mejor que el sentir,
sentirte.
Aunque no lo hice.
Fuiste mi ancla al mundo terrenal,
borras de mis deseos lo fatal.
Y siento que tu luz, tus ojos,
alejan de mí todo el mal
que trae el mundo, el globo.

Entre mis parpadeos te vi desnuda
y me sonrojé.
Mas fue solo mi imaginación
y más te deseé.
No por tu bella escultura
(aunque no haya duda),
es más por tu intrusión en mi mente.
Sin pedirte me hice verte 
y aunque verde, te vi frágil.
Y aunque frágil te vi fuerte.
Te mostrabas sin escudos
y confiaste en mí.
Me mostraste tu secreto
confiando en mí.
Me sonreías.
Y ese fue mi desenlace:
soñé con tenerte en mi mundo.
Y me confundo,
pues no puede ser real
que ame tus ojos, tan profundo.