miércoles, 8 de julio de 2015

Mis 5 segundos.

¿Has pensado alguna vez en lo grande que es el universo y en lo rápido que se mueven las cosas en él? Pues los pensamientos pueden ir mucho más veloces. Y en lo que tardas en levantarte de la cama, puedes recordar tantas cosas que puedes haber vivido tu vida 5 veces entre cada pestañeo. Ahí me hallo yo, tratando de ralentizar el pensamiento ergo ralentizando el dolor. Es más, por cada pensamiento que fluye con éxito, disminuye mi latido; me siento frío en el borde de mi entrega. Porque puedo resistirlo todo, menos lo que viene del interior. El viento ha soplado en ambos sentidos, con toda su furia o simplemente acariciando el entorno, como el pensamiento. Puede destruir en una sola pasada, lo que habías construido en mil pensamientos. Te preguntas quién eres, para qué eres y por qué lo eres. La respuesta se halla en uno mismo, dicen para no decirte que no hay respuesta. Consuélate con el "simplemente eres".

Y cuando un conjunto de cuerdas vocales te enamore, eres algo más valioso. Un ser enamorado que irradia un invisible halo de un color cálido. Duele la inefabilidad del sentimiento. Todo acaba cuando con una maldita voz temblorosa le dices todo aquello en lo que has dejado tu tiempo, y la respuesta es un silencio incómodo más una respuesta poco alentadora. La vida deja de tener sentido, ¿para qué vale vivir ya? Y se deteriora tu profundidad de campo, cada vez ves menos exterior y ves más interior. El tuyo. Te dices a ti mismo: nada tiene un sentido en este puto mundo. Tus raspadas rodillas sensitivas derrochan plaquetas al intentar sanar y te dan más de sí, para que te enamores de nuevo y te dejes de gilipolleces. Lo haces, lo intuyes venir de lejos. Porque su aroma es dorado y su tacto aterciopelado. Pero te lo impide la moral y te lo exige la mente. Enamórate joder, dice tu corazón. Porque sabe que sufrirás, pero ¿Y esa sensación de felicidad al usar tu imaginación? Los microinstantes de felicidad no existen si no lo haces.

Pero cuando todo acaba volcado sobre la mesa de tu memoria haciendo un desastre entre todos tus recuerdos, empapando con ese "amor" que contenía el vaso todos los ámbitos de tu recuerdo. Te repites: ¿Para qué coño sirve vivir? una vez más. Pero con un tono más agresivo y casi autodestructivo, canaliza tu rabia de tu cabeza a tus manos y forcejeando con el autoestima, para intentar levantar a ese bajo cero compañero, te topas con un recuerdo. En ese recuerdo ves la carcajada de esa persona, de ella (en mi caso). La veo reír de una manera tan contagiosa, que la rabia se sienta a mirar, el autoestima mira desde abajo como cierra sus preciosos ojos mientras dobla su postura para reírse de tal manera que calma al alma. ¿Cómo es posible? Te dices a ti mismo, porque hace simplemente un microsegundo tu mundo había sucumbido. Pero al verla sonreír, te das cuenta de para qué sirve seguir vivo. Es tan feliz ella, es tan bella ella, es tan... ella al reír. Finalmente te dices a ti mismo con una cómplice sonrisa: todo tiene sentido ya.

Y sin darte cuenta estos cinco segundos parecen eternos si los analizas detalladamente. ¿No es así?.