sábado, 16 de febrero de 2013

Autorretrato.

     Enfrentándome de nuevo al reflejo de mi rostro, me hallo frente a mí mismo, contemplando unas ojeras en los sentimientos, arrugas en las emociones, canas en las ilusiones y una dentadura postiza en las esperanzas, conservo algo de mi pasado que llamamos recuerdo. Se hunde en mi flujo sanguíneo haciéndome tiritar por su baja temperatura, los filtra mi corazón, soy consciente de los errores que produzco a diario y que no puedo pensar en que los sueños que albergan mi mente se cumplirán, en mi rostro veo un ceño fruncido como síntoma de decepción, supongo que será por el día a día, que se aleja mucho la realidad de lo que mi mente imagina, por desgracia.

Me veo los ojos rojos, síntomas de un cansancio producido por la falta de sueño originada por el pensamiento incesante de mi cabeza por las noches, lo curioso es que nunca saco nada bueno de ello. Los párpados parecen estar sujetos por un hilo muy fino, como si fueran a cerrarse de un momento a otro, no sé si es para dejar de ver la realidad o simplemente por el cansancio que mencioné. Bueno, qué sabré yo.

Mis rodillas y codos magullados y raspados tendrán que ver con las caídas que sufro a diario, quizás sea por iluso o por idiota. Pero lo peor de todo, quizá sea ver que mi sonrisa no está, que los labios no muestran ninguna ilusión, ni alegría ni tristeza, secos, despellejados, sin vida alguna, quizá esperando un beso que los anime a levantase.