lunes, 4 de febrero de 2013

Ya no tengo miedo.

Es así, desperté, abrí los ojos, me iluminé o como quieras llamarlo, ya no temo ver tu malévola sonrisa tras una carcajada que burlaba mi debilidad, ni tu daga ardiente en el bombeante tambor de mi caja de sueños, no me achanto al oler tu embriagador pero sombrío perfume, no tengo qué temer, no huiré más de tu oxidado filo que desmiembra mi ilusión con un afilado pésimo, no gritaré más pidiendo ayuda, ya que no tengo nada que temer, soy yo contra el mundo, y aunque el mundo tenga diez mil maneras de hacerme perder, eso solo querrá decir que tengo diez mil maneras de aprender.

Es extraño lo que escribo, porque no significa que sea libre, que no me aten cadenas pesadas, solo significa que no tengo más miedo, no puedo llorar una sola lágrima real, no puedo abatir mis alas más pero no vivo con temor. ¿Y esto querrá decir que ya soy feliz, que puedo salir y correr sin carga ninguna? Pues no.

Solo significa que ya no tengo miedo, más no puedo sufrir, así que lo que venga no será más de lo que este pecho mío ha soportado como un guerrero. No te tengo miedo, ni huiré, ven grítame como sueles hacer, dime que no soy nada, que nadie me querrá, pues lo he perdido todo y tú no me arrancarás lo que poseo, no, nunca más. Ven a por mí.