sábado, 2 de febrero de 2013

Cuando despertó mi mente.

Tras horas frente al espejo y con mil dudas rondándome la cabeza, me doy cuenta que despejando mi mente de dudas, sabría ver quién realmente soy, aunque quizás no debí hacerlo, porque ahora sé quién soy, no sé si completamente, pero más o menos entiendo los por qués y cómo ha sucedido todo. Entiendo el odio que se siente hacia mí, y entiendo el asco que puedas sentir, sé que tus palabras goteaban como ácido en mis venas, pero eran mis ojos los que no dejaban de mirar en la dirección incorrecta, si caminando por una escalera de cristal mis pies son de acero y deslizándome por el hielo soy el fuego.

¿Mas quién soy? Subjetivamente me describiré, pues no puedo ser objetivo, pero en resumen podemos decir con una sola palabra, cobarde, no puedo definirme mejor. Mis actos no pueden ser de valientes, no puedo articular palabras si me presiona la desconfianza en mí, la vergüenza, el miedo al fracaso, y el miedo a sufrir... si he luchado bastante, pero ni por asomo lo suficiente, no escucho consejos, ni aplico los míos, si no soy nada ni destaco, pues no lucho por ello. ¿Qué debo hacer? Quizás desaparecer, que es lo que este cobarde diría, si aparece en tu vida con dulces palabras que terminan siendo sacarina de falsa dulzura que agrieta labios y humedece ojos. Por eso aunque me quite reputación debo decirte, huye de mí, desconfía, porque sé que lucharé por tu felicidad, pero a medio camino me pararé y tendré miedo de seguir.

No respondas espejo, no hace falta tu sabiduría, es mi mente el culpable, dice el cobarde, quiero cambiar mis actos y hacerlos heroicos, ser alguien que destaque por su gran corazón y su portentosa sonrisa, quiero ser... quiero ser... bueno, no quiero ser yo...