miércoles, 13 de febrero de 2013

Un recuerdo en mi memoria.

Actualmente disfruto aunque no sea en la totalidad de la palabra de una edad de exactamente dos décadas, y yo, ahora siendo tan joven comparándolo con la esperanza de vida actual, he vivido bastantes malas experiencias, nada fuera de lo normal pues si lo fuera tendría un circo mediático intentando exprimirme para ganar audiencia.

Pero personalmente me parece que he vivido mucho dolor en mi piel, y no es la situación en sí lo que me remuerde, sino la huella dejada, más bien llamado recuerdo, pues vive en mí y me ataca cuando menos lo espero, o cuando más lo espero, no es voluntario pero a la vez sí. Como un animal atacándome con rabia y no poder separarlo de mí, sino que a la vez que no se aleja me hace más daño a cada segundo que pasa, y solo me pregunto a cada instante por qué me pasa esto con lo malo y no con lo bueno. Creo que hallé mi respuesta aunque no resuelva nada.

Pues el recuerdo del dolor, de lo que me inquieta y desespera se basa en el pasado y todo lo bueno, las sonrisas, caricias, y buenas experiencias se basan en el presente, es decir, lo bueno se vive intensamente en el presente, y lo malo se puede vivir en cualquier momento, porque reside en el pasado y te visita cuando quiere.

¿Pero por qué hablo ahora de memoria y de recuerdos? Pues porque hasta hace poco me sentía como si fuera padre de una criatura, de un ser vivo que correteaba y andaba en el terreno que le fue otorgado al nacer, el planeta Tierra, exactamente en una isla del Atlántico, aquí en Tenerife, junto a mí y y a mi familia.

Yo, lo fui a buscar hasta un pueblo que no sabía que existía pero que ahora jamás olvidaré cómo se llama, cogí una guagua a lo desconocido y me bajé en una parada extraña, a base de llamadas telefónicas me guié hasta la casa del hombre que poseía a este pequeño, fui hasta allí aunque me desvié un poco de mi camino, pero llegué al final, el señor me pedía 30 € por él y yo encantado los llevaba ya en mi mano, tiempo después entendí que ese precio era simbólico, pues no hay precio que pueda ponerse a este ser, me lo llevé en una pequeña caja de zapatos en la que por supuesto habían agujeritos para que respirara, estaba nervioso y quería salir y yo quería sacarlo pero no podía porque me atemorizaba que se hiciera daño, llegué hasta donde vivía yo por los estudios, y por fin lo liberé de la cajita.

Cabía en la palma de mi mano y era un explorador nato, aunque también un dormilón y le cogí cariño desde ese día hasta el resto de mi vida. Pues un fatídico día te fuiste mi pequeñín, con una lágrima y una sonrisa me despido cada día de ti, porque fuiste feliz y despreocupado en todo momento y te fuiste tal y cómo eres, siendo un hurón, por eso cada día te extraño, sinceramente, te amo mi Smuk.