miércoles, 30 de julio de 2014

Mi Luna ya no sonríe.

El cielo está turbio, está deshilachado entre sensaciones cubiertas por mil distracciones. Ya no se puede querer sin ser alguien raro y eres raro si no quieres a nadie. He visto mis manos temblar mientras ella me relata cómo siente su amor, cómo ama, cómo vive su ilusión más cálida y amable con los sentimientos. Mientras yo moría por ella, y muerto miraba sus ojos de rubíes tan brillantes como el Sol de las mañanas. He sentido dagas atravesando mi tórax para poder consolar el dolor de un corazón abandonado, y he visto como este ha florecido de nuevo, mientras el mío marchito se hizo a un lado, para no molestar.

Miro a cada lado y no veo luz, ni cuando más me divierto, ni cuando veo su sonrisa, ni cuando ella es feliz; ya no hay luz en mi retina. ¿Me ha abandonado la esperanza? Sigo sin saber cómo encender mi cielo oscuro, si no hay bombilla de tal calibre, que no seas tú. Que tu canto me enamora dulce silencio. Y tu temblor me emociona, cuando me siento y te escucho hablar, reír y sobre todo cuando me miras y muero por dentro. Ha muerto mi cielo, ¿o qué pasa si no? La solución es inalcanzable debido a su incesable manía por huir de mí. He estirado mi voluntad de seguir en pie, por ti, por mí. Pero sobre todo he vivido por verte vivir, y así vivo yo.

Y entre tanto valle sombrío que me encierra, he hallado la razón de mi dolorosa existencia. Mi Luna ya no sonríe, no brilla en todo su esplendor como siempre ha hecho, no vive feliz, ni baila rodeando ese cielo tan fantaseado. Mi Luna ya no sonríe y siento su dolor frío y tan eterno. Como un dolor punzante que cauteriza la herida y congela la felicidad. Un cielo sin la bombilla principal, sin la luz protagonista de mis sollozos. La reina de mi fantasía más etérea. Mi eterna musa de curva perfecta y pálido semblante. Ya no sonríe mi bella damisela de contoneo lento y duradero. Mi tesoro de inefable belleza y de incalculable valor. Puesto que me vio nacer y me verá morir, la considero mi vida. Mi luz tenue en las madrugadas. Mi amor astral que se sustenta por hilos invisibles a mi pecho de corazón mustio. Que como mi flor dorada, mi poema, me entusiasmas día y noche, y muero deseando tu canto. Pero ya ni está, pues mi Luna ya no sonríe.