viernes, 9 de enero de 2015

Tu tacto vacío.

Visto la mente de colores monótonos, rotos, flojos,
tendiendo los colores que destiñeronse, murieron.
Qué hago sin tu tacto que mi piel torna a un rojo
tan profundo como los sueños que me invadieron.

Esbocé tu sonrisa de perfecta imperfección, de azul,
saqué de mi mente el fracaso, y lo guardé en el baúl.
Donde yace mi esperanza, donde murió mi balanza,
entre el dolor y placer, entre tus labios y su danza.

Rimé de fácil inicio mis deseos tan internos y frágiles,
sintiendo al oír tu voz brotar con unos sonidos ágiles;
prometí verte y sonreír, pero lo incumplí tantas veces.
Me duele no besarte, y me duelen tanto los meses.

Como el gemir de la vida que escapa entre mis dedos,
desatando la desazón en mi garganta, se quebraba;
y deambulaba sin poder pronunciar, sin mi ya rota voz,
gritaba enmudecido tu nombre, desaparecí en la nada.

Murió la ternura de mi piel, se exilió la ilusión por vivir,
la soga de mi cuello y la caída al vacío, dejé de existir.
esclavizado por el desánimo, desesperación en auge
tras el destierro de mi alegría y todo lo que quise decir.

Se pudrió la compañía e invadió la soledad mi mente,
nadie me quiso nunca entender, y murió mi cordura.
Se alejaron los sentidos y me bañé en tantas dudas,
que enloqueció mi ser, y me volví un mimo inerte.

Fue tu luz la que me resucitó, la que me dio luces lunares,
el cuchillo de mi soga, mi antidepresivo, mi luz, mi voz.
Paraste la bala que envié a mi sien, calmaste dolores,
pero desapareciste tan rápido, que sentí la fría hoz.

No pretendo disturbar tu camino, sin más sigue en él,
pero cosí en mis telas tu nombre, pues quizás te olvide.
Y te quise entre mis amores, pero quizás te moleste.

Solamente sentí que vivía
cuando sentí que te ibas,
solamente sentí que moría
cuando supe que te irías.
Solamente quise volver a sentir
cuando creí que ya no te sentía.