En las mañanas sombrías, huecas,
sintiendo mis entrañas arder tanto.
Sentí demasiado, entre mis venas,
y la vi, la respuesta para mi llanto.
El destino me abandonó, tiempo ha,
ni la esperanza se quedó, nunca más;
y la mirada lúgubre me miró, temblé.
Vio el abandono de mi alma, y lloré.
No hay sonrisa,
ni una sola, ya.
Todo me daña,
y me olvidará.
Sentí cómo se fue la brisa, se vació.
Olí mi alma quemarse, irse, volar...
lejos de mí, fuera de mí, no volvió.
Y así sé que todo me va a olvidar.
No hay cristal sin empañarse por mi vaho,
al ver a través de ellos mi mundo que cae.
Y arrastra lo que un día fue, y ya no será,
y destroza la fe, en lo que este ser querrá.
No hay sonrisa,
ni para mí más.
Mas ha huido,
y me olvidará.
El creer de lo que no existe, en el corazón,
el amor por ella y la desazón, la distancia.
Separados por mi mente, por mi arrogancia,
se fue el halo de vida que rodea mi armazón.
Escribí en balde tu nombre entre mis labios,
y se secaron, el elixir necesario nunca llegó.
Y hablo de tus labios, tu sabor, con tu voz;
y digo quererte, amarte, algo que en mí, nunca...
... existió