domingo, 27 de octubre de 2013

Ebriedad del corazón.

El agrio sabor a ron en los labios al despertarse, qué pasó anoche. De dónde salieron estas marcas de lágrimas en mi cara. No camino recto, no tengo equilibrio, el estómago arde, la garganta también. No recuerdo nada, nada de nada. Me duelen los nudillos, la dignidad y la cabeza, poco a poco esa laguna borrosa se disipa, se vuelve nítida. Duele más pues ya sé por qué lloraba, aunque no recuerde totalmente qué hice. Espero no haberte llamado, espero no haberte molestado y haber echado a perder todo lo que he estado ocultando para no sufrir más.

Apagué mi móvil para no poderlo hacer, lo escondí. Menos mal, por fin hago algo bien. Quizás no fue sano embriagar este putrefacto hígado tanto, quizás debí parar a la décima copa, quizás no debí llorar ni gritar tanto en mi soledad, en mi habitación, en el zulo hallado en mi corazón hastío, es vasto el páramo de mi dolor esa mañana, la claridad no existía y me cegaban mis palabras, no podía abrir los ojos, no podía articular palabra. No podía estar acostado y no podía levantarme. El espejo me repelía, no podía mirarme, mis manos temblorosas no podían soportarme de pie, resbalé y acabé de rodillas frente a la cama, me apoyé en ella pues aún me quedaban lágrimas por soltar.

No sentí tan agradable el sollozo como esperaba que fuera, mi corazón sentía arritmia, algo no iba bien en mi pecho, ¿era real o producto de mi imaginación traicionera?. Violines sonaron cuando tu imagen me vino arremetiendo contra mi pecho debilitado, es la trompeta del juicio final pues el juicio se me está acabando. Es el corte imperfecto que me hizo sangrar sentimientos, era la realidad infecta que me hizo sentir imperfecto. Es más, te quiero amar, admira mi locura. Pues pensé que jamás lo desearía más, pero por ti quisiera arriesgarme de nuevo a sufrir, quizás me queda ron en mis venas, quién sabe. Pero el piano sigue sonando, sigue vibrando la cuerda del contrabajo en mi oído al sentir tu voz. Quizás todo esto es lo que desearía sentir y realmente no siento nada -ojalá, o no-.

Quiero viajar de nuevo a la cordura, acariciando tu locura. No puedo más, no aguanto más.