lunes, 7 de octubre de 2013

Silencio.

¿Qué es el silencio? ¿Es una ilusión, un sueño, una contradicción? Existe, no existe.
¿Es una meta inalcanzable? ¿Es un sueño imposible, es azul, sabe a algo o se huele?
Existe, no existe el silencio. ¿Es el silencio cobardía, es valentía contenida?
¿Se halla en los labios, en el corazón o en el alma? ¿Existe el alma?
¿Es el silencio incómodo? Existe, no existe.
¿Si me silencio me querrán más? ¿Menos? ¿Les será indiferente?
Vivo callado, ¿eso es silencio?
Deseamos el silencio cuando hay ruido y el ruido cuando hay completo silencio, es decir, nunca hay silencio. Existe, no existe.
Si pensamos en el silencio, ¿se rompe el silencio?
¿El pensamiento rompe el silencio? ¿Es el amor silencioso?

El silencio enferma y te corroe de pensamientos oscuros, el silencio se cura y te habla de una vida mejor, el silencio te acompaña en la soledad y es tu cómplice en el amor, a veces el silencio se equivoca, en ocasiones el silencio acierta.

Se rompe cuando alzamos la voz, por muy tenue que sea el tono, pero desaparece al vibrar nuestras cuerdas vocales.

A veces preferimos el completo silencio al desgarrador sonido que nos atrapa, nos vuelve reos de la indiferencia ajena, del interés externo por destruir el interior de alguien débil, de alguien vulnerable, de un ser que muchas veces confió en que fuera del silencio se viviría utópicamente.

Sólo hay una voz, una aterciopelada voz, que deseo que rompa mi silencio. Su dulce voz, fuente de doradas palabras donde brotan flores de un resplandor brillante, reflejante de luz dorada que el astro rey emite y nos irradia. Ése es el único momento en el que el silencio puede desaparecer, porque aunque se vaya, él nunca muere, él nunca desaparece. Siempre me halla, siempre me abriga y siempre es testigo de mi afligido corazón. Pero tú y sólo tú, puedes romper mi silencio cuando más te apetezca.