martes, 15 de octubre de 2013

Preludio a mi confesión.

¿Y si te envío una carta declarándome? ¿Acabará por lo menos en el contenedor para el papel?, y las flores que irían con la carta, preciosas como su destinataria, ¿Acabarían al menos en un jarrón? Lo que más me preocupa es el sentimiento impregnado en ese trozo de papel que aunque no cueste una gran cantidad de dinero, para mí el valor sería incalculable, porque va dirigida a ti. Ese sentimiento inscrito, ese sentimiento que emanan mis palabras, ¿Acabarán en algún lugar de tu memoria? ¿En la basura de tu memoria esperando ser ocupada con otro recuerdo infame pero más alentador que un beso mío?

Es tan complicado para mí, aunque tú creas que sean dos palabras, para mí son dos mundos, y no sé salir del mío, imagínate llegar a dos los cuales jamás sabré si existirán, me pudro en mi memoria. Tú quizás pienses que es una obsesión insana producida por la soledad, que me siento solo, tú me hablas y me ayudas y ya me enamoro de ti. Aunque yo lo haya dudado también, tú y solo tú eres especial para mí, no sé por qué mi cerebro decidió producir esas hormonas al pensar en ti, al verte, al abrazarte, al oír tu dulce voz... 

Es desgarrador el sonido de mi garganta, solo quiero decírtelo, oír tu no y olvidarme, que jamás lo haré pero consuela a mi mente creer que sí. Poder decírtelo, que me sonrías y me digas por qué tus labios y su seductora voz jamás rozarán mi piel, que me respondas por qué doy por sentando que jamás pasará, por qué el pesimismo brota en mis venas, por qué el sol y su dorado resplandor me recuerda a ti. Por qué las noches de Luna llena me recuerdan a ti.

El sentimiento gris se sienta en el borde de la acera, esconde la cabeza entre las rodillas, todo es monótono, sé qué coche pasará, qué insulto me dirán que falsa promesa me harán, cuán grande será mi lágrima y cuán débil será mi latido, sé lo que pasará, sé lo que brotará en este suelo muerto y es irónico que solo está fértil el suelo para que crezcan las desilusiones (que yo mismo siembro). Veo mi reflejo en el charco de mis lágrimas y mi reacción es golpearlo hasta que se evapore -no el charco, sino el sentimiento-.

Sentado en un sillón rojo, con un portátil gris, en una mesa verde, con solo un pantalón vaquero largo puesto y con los pies fríos. Me hallo incómodo, escuchando música triste -cómo no-, pensando en ti, viéndote venir y venir en las redes sociales. Sonrío, pues puedo verte ir y venir, sonrío porque una vez hablamos, sonrío porque aunque me cueste encontrarte para hablar, no me niegas una palabra. Y sonrío porque mi corazón aprendió a buscar, la persona perfecta en el momento imperfecto. Sonrío bella dama, sonrío por ti.