martes, 7 de enero de 2014

Decadente sonrisa.

Es duro permanecer encerrado en mi mente, ver cómo se deteriora lentamente la esperanza, ver la ilusión bailar sobre la cuerda floja y sentir el frío que arropa cuando la sonrisa se marchita. Adoro la vida, no quiero mentir. Pero odio sentir, es algo que necesito decir, tras 21 años de vida, aunque la infancia no cuenta. Más bien cuando empecé a sentir y pensar, solo recaía sobre mí el peso del dolor. Desamor tras desamor mi mente empezó a desconfiar de si misma, empezó a verse como la culpable del dolor. E imagínate ahora que acentuado ese sentimiento me torturo y me describo agresivamente. Ya no puedo cambiar porque dos voces me dicen que me quiera pero más de cinco años me dicen que no sirvo para nada.

He bajado mis deseos de listón, desde un amor perfecto hasta alguien que me trate como un perro sarnoso, y eso es lo peor, detestando el sufrimiento me tiro a la piscina del ardor insufrible de la traición. Asqueado de tanto vivir en mi piel me aislé de este chaval endeble, este imbécil que prefiere horas de sufrimiento a segundos de grandeza. La lluvia que muere en mis labios, la mirada encharcada de un chico que una vez creyó amar y se dejó llevar por su corazón ciego. ¿Has amado alguna vez a alguien y no has dado todo lo que podrías haber dado? Yo no, yo di más de mí. Di tanto que perdí, me rompieron y a nadie le importó. A nadie, ni siquiera a mí.

Empecé a querer a una pequeña persona, una chica de personalidad increíble, de pasado punzante, ella vive lejos y no hablamos con mucha frecuencia. Pero las veces que hablamos o con suerte nos vemos son como magia para mi corazón. Con dones artísticos maravillosos, su dulce voz sobre todo. Le abrí mi pozo sin fondo, ese sarcófago del sufrimiento. Me entendió, me hizo caso y se preocupó. Me conozco y sabía que me gustaría, así ocurrió y me lamento. Ella con el corazón ocupado por otra persona y yo ahora deseoso de amarla. Siempre clavo una daga ardiente en mi corazón.

¿Pero sabéis qué? Aunque vaya a sufrir con ella, aunque llore en mi soledad más desgarradora. Incluso cuando tenga que verte amar a otra persona. No me arrepentiré de sentir lo que siento, tú eres la única que he querido así. Te quiero a ti, es cierto y es lo mejor. No te quiero porque tenga miedo a quedarme solo, sino porque me encantas. No tengo miedo a sufrir por ti, mi pequeña y delicada flor de dorados pétalos. Brillas en mi jardín como el oro que vales. Por primera vez siento que alguien es digno de mi amor serio. Mi corazón dice: "Por ti, mi luz blanca, estoy dispuesto a sufrir".