viernes, 3 de enero de 2014

Dos de enero.

Miré el cielo, solo por costumbre, para ver su bello toque, pensé que estaría azul oscuro como a esa hora suele ser. Y efectivamente fue así, pero esta vez el cielo tenía un regalo para mí, y esta vez no era lluvia gris. Era mi amor imposible, mi increíble amada allí arriba esbelta, aunque esta vez estaba besando el horizonte se veía grande. Sé que ella ni piensa, ni siente, ni nota cuando la admiro pero yo la adoro, la contemplo cuando se alza y la añoro cuando no está ahí.

Ella me sonrió, sin palabras me dijo que todo este año puede salir bien, pero también me lo deseó mi pequeño gran amor, aquella persona que tanto he cultivado en mi pecho y es que las casualidades no existen, o sí, qué sabré yo. Pero ambos amores me miraron, o eso sentí. Ambos amores me cautivaron, y por eso sonreí. Me dijeron "no te preocupes, todo saldrá bien, sonríe". Ella allí tan lejos, tan distante de mí y con su última luz me sonrió, me alegró tanto la noche como mi pequeña flor me alegró el día. Y por muy sensible que estoy, es mi aliento diario, mi único respiro. Observar el cielo, y ver a mi gran amor sonreír, observar mi pantalla y ver a mi gran amor preocupada por mí. Por estos detalles, gracias dos de enero:

02/01/2014·19:13 - Sonrisa de mi lejana Luna.