jueves, 7 de noviembre de 2013

Destino danzante.

Quién osaría dañar tu alzado latido, jamás
querré entender al ser hiere tu pecho.
Mas del dolor hastío, hallada oculta detrás,
el amor nos inicia con ceguera y sin techo.

Vives rea del devenir del corazón, te diré
aunque la lágrima surque la mejilla ya pálida
este compañero de hojalata te querrá siempre
y solo nos quedará del dolor su la lápida.

En mi epifanía, mi sentimiento por tus labios
deleitaba tu imagen, sonriendo y cantando,
don envidiado por todo aquel dichoso sabio.

En mi día, arde el anhelo preso por tus palabras,
segando de ilusiones el mar que está bailando
en una mente donde abunda la cárcel macabra.