jueves, 26 de septiembre de 2013

El poema.

Cuando el poeta es olvidado, no se siente deseado por su magia literaria, el verso ya no expresa la libertad del alma cautiva, el bolígrafo tiembla, el papel lo intimida, pero el papel se esconde, la palabra ni lo mira mientras la palabra siente el miedo por el corazón inspirado. Pero el corazón no tiene imaginación ahora, por eso teme que la mente le presione, mas la mente no puede articular palabra, la realidad le ataca con toda su artillería pesada.

La rima dejó de ser consonante, el párrafo dejó de ser impresionante. La metáfora ya no quería mentir más, la hipérbole no quería desviarse de la realidad, me abunda la elegía lúgubre, pie quebrado que me torna fúnebre. Mi oda se desinfla y mi sátira se ha vuelto seria.

Se rompió el verso y ya no hay más que prosa. Mi rima asonante se escondió y no queda armonía, mis vocales ya no suenan y mis consonantes se envenenan debido al abandono, el pareado se ha separado. Es preciso despertar el fuego que aviva mi poesía, que hallada muerta se encuentra o exiliada siendo culpable la realidad, la fantasía se evapora y deja marchitas las ilusiones que brotaban bravas del suelo que escaseaba fertilidad, su nutriente principal brotaba del lagrimal triste e inundado.

Mira mis ojos, puerta a la sensación putrefacta de vivir, siendo víctima de la sosegada indiferencia. Un leve tambor suena mas el eco lo amplifica, dime tu nombre de nuevo, creo que esa es la razón del resurgir de mi campo de flores marchito; pues sí lo es. Bañas en dorada esperanza mis pétalos caídos, observa el latido, fuerte en su debilidad.

Haz que nuestra piel sea una, haz que tu voz derrita la tundra hallada en ese rincón al que todos llaman amor. Me he dado cuenta de lo más increíble de todo:

eres mi poema.