lunes, 23 de septiembre de 2013

Mi promesa.

Le prometí que sería feliz, mas me equivoqué. No lo consigo, me torturo en una espiral de desesperación que acabará un un punto no muy feliz. Le dije a ella que sería feliz conmigo mismo pero no lo consigo, una vez más se engrosa la lista de promesas fracasadas. Crece últimamente de manera exponencial, es difícil verlo desde mi punto de vista. Todos dicen que si quieres feliz lo eres, pero ingenuos, querer no siempre es poder.

En mi mesilla de noche tengo un papel en el que escribí todas las promesas que quiero cumplir, es decir, todas las que he hecho. De todas las que están tachadas, promesas las cuales me prometí yo, la única que sigue ardua y permanente, es la que te hice a ti. Aunque debe ser una que me haga yo misma, tú le das fortaleza a esas palabras de esperanza.

No en vano te prometí luchar por mí mismo, es normal perder las primeras batallas, porque no he podido fortalecer mi mente. ¿Pero sabes una cosa? Estoy en la parte de mi guerra interna en la que más batallas pierdo. Sé que es temporal, que estas batallas son sólo la madurez de mi cabeza debatiendo consigo misma si es posible seguir luchando. Yo acabé toda discusión enseñándoles la promesa que me hice, pensando en ti.

Por eso quiero sentarme y pensar, darme cuenta por qué hago tanto por mí cuando te lo prometo a ti. Quizás es por lo fuerte que haces que lata mi corazón, que tantas veces deseo que mi teléfono suene, tu número con tu nombre encima invade la pantalla, lo contesto y tu voz dulce me invade y me evade del pensamiento ebrio de dolor. Pides suavemente que deseas mi presencia, yo sin dudarlo ya te pregunto día y hora, es un sí implícito, es un por favor explícito. Ven, sé tú el cumplimiento de mi promesa.