jueves, 12 de septiembre de 2013

Quebrada.

Siento que el pecho me palpita, no es de ilusión, es un grito de auxilio, no se cómo responderle. ¿Qué hago? ¿Por qué pasa esto? Me siento dividido, en un lado mío hay razones en el otro desilusiones, juntos son un caos y separados un peligro. Es una decepción constante, es un temor aplastante a revivir el dolor, que mi mente hurgue en ese agujero para poder saber qué hice mal y por qué lo volvería hacer. No sé qué me pasa, no sé qué me rompe.

Intento mantenerme erguido, constante con la realidad, receptivo con las emociones, ¿mas sabes qué? He fallado, me contengo las ganas de explotar, me contengo el aliento al lamentar que sea sí, un pájaro cautivo cuyos barrotes son mi mente, mis carceleros son mis bolígrafos. Me siento dividido en dos, una parte me tortura, la otra quiere evitarlo pero no lo consigue, siempre es más fuerte la parte que hace daño.

No entiendo, ni entenderé; no lo acepto, ni lo aceptaré. Es obvio que estoy enloqueciendo, pues no vivo, no respiro, no ando mi camino. Huyo de mi mente pero ella se adelanta, sabe a dónde voy, sabe bien dónde estoy, me torturo, me dilato en este frío suelo, no hay consuelo en mi mente, sólo una muerte que escribe sobre un papel mojado. No consigo desviar mis pensamientos rotos. No consigo ser ese niño feliz que en mi interior se deteriora, me vuelvo loco, mis pupilas se agitan, mis manos tiemblan al despertarme, mas ya no siento otra cosa que no sea mi realidad quebrada.