domingo, 16 de febrero de 2014

Ardiendo en mí.

Siento el fuego en mis venas, el ardor que no cambia de rumbo, directo al corazón donde hierve, donde se evaporan mil ilusiones que luego se condensarán en mis ojos formando lágrimas. Formando agrias estructuras salinas disueltas en mil esperanzas que se volverán a evaporar al salir de mí. Y mis rodillas se rasparán al rozar el suelo, al caerme de nuevo por no saber decirte que te quiero. Y mis dedos rozarán tu foto pensando y preguntando siempre "¿Por qué no puedo?", y claro, no sé por qué. No entiendo por qué no puedo ser feliz, a tu lado o solo. Por qué siempre, por qué nunca. Y por qué yo siempre como primera pregunta.

Ahora sentado a oscuras, en la más siniestra penumbra, nadie vela por mí, nadie se desvela cuando piensa que no estoy ahí. Nadie, absolutamente nadie. Beethoven acompaña mis desvaríos, mientras siento que me hundo por momentos, que odio estar así, que odio vivir sin ti, sin mí y sin mi cordura. Te veo, te estoy viendo ahora mismo, aunque no eres tú, es tu imagen plasmada en mi retina, tu fotografía que maravillosamente suscita el contoneo de mi corazón baldío. Tus labios del color de la pasión, tus manos y sus oscuros extremos, tu cabello que puedo sentir entre mis dedos, ondeante como la superficie del mar, tu adornada mirada penetrante y esa suave piel que tanto anhelo rozar. Eres tú, tan bella. Tanto como las sensaciones que siento por verte.

Pero cuando me miro desde fuera solo veo a un penoso ser, que refugiado y atrapado bajo el techo y las paredes de su habitación te escribe, te grita en voz baja que vengas, un patético hombre que no lucha por vivir, solo por sobrevivir en un mundo lleno de sonrisas efímeras; mas tú apareces un día en mi vida, mas yo aparezco en tu vida, nunca imaginé que te podría querer tanto, pero quizás es mi estupidez insana de un pasado incompleto. No, no es eso, eres un cúmulo de polvo de estrellas que perfecto alcanzó el dorado tono en los pétalos, transformaste la luz que me llegaba en un haz de vida, una luz tan blanca que el ojo humano no es capaz de verla, solo puede sentirla con el corazón, con el retumbar del amor en él.

Un día llegaste y me viste, pero yo te miré y pensé, te miré y murmuré, no puedes ser real. No podía imaginar cómo fuiste esculpida por los dioses de la perfección, y yo que soy ateo veo en ti la divinidad que jamás existió. Veo que para poder formar una sola curva de tu cuerpo hizo falta la magia de una estrella que hace eones que desapareció. Todos somos polvo de estrellas, es así, pero tú no, tú eres su luz, su calor, su energía. Eres la única tecla en el piano del universo que aún suena, como un 'mi' zigzagueante entre mis sonrisas, como un pentagrama ordenaste mis pensamientos, y ayer quise quererte, hoy deseo amarte y mañana anhelo besarte. Ante el asombro de mis sentimientos, no me importa el dolor que cause tu ausencia, mientras te vea sonreír, pero no puedo negar, mi poema, que el deseo más grande en mi pecho es poderte besar.

Besarte a ti y a tus sonrisas.