lunes, 10 de febrero de 2014

Esperanza de humo y ficción.

Tras el velo vi su rostro, triste, oscuro, distante y vacío. Le pregunté: '¿Qué tal?' y no hubo respuesta, silencio y nada más. Le intenté hacer hablar, mas no pude, no podré. Es duro verla irse cuando ni siquiera se ha levantado, es duro verla llorar cuando ni siquiera ha sentido. 'Te quiero' -le dije-. Sonrió, hecho que aceleró mi corazón, y nada más.

Le dije: 'Venga, levanta, vámonos a mojarnos bajo la lluvia', me dijo que no es lluvia, son sus lágrimas y tras decirlo el cielo se despejó y su rostro empezó a llorar. La vi triste y pálida por eso insistí: 'Vamos a comer algo, que hay comida ¡Y es gratis!', miró el banquete con desdén, dijo: 'No es comida, es mi dolor' y tras decirlo, miré el banquete y ya no estaba, la miré de nuevo y vi sus labios secos y quebrados. Me agarró del brazo, suave, sin fuerzas, muy débil. Me miró y me dijo entre tartamudeos: 'Lo intento, te lo juro'. Pose mi mano sobre la suya, que estaba en mi hombro, le sonreí y cuando parpadeé ya no estaba, estaba de vuelta en su silla y no me dirigía la palabra, se apartó y nada más.

Me acerqué sigilosamente por su espalda y le di un susto, se giró y me dio un tortazo, al volver la cara hacia ella ya no estaba, estaba en el otro extremo de la sala, como a veinte metros. Me acerqué de nuevo, esta vez le robé un beso en la mejilla, me miró y dijo: 'Gracias' y nada más. Me senté a su lado aunque no quisiera, miré disimuladamente hacia otro lado, volví la mirada a ella y ya no estaba, me llegó un mensaje al móvil y era de ella que decía: 'Perdona, hay mucho tráfico y llegaré tarde'. Miré a mi alrededor y estaba solo, en medio del salón vacío de mi casa y sin sillas, antes había muchas. Me senté en una esquina en el suelo, me puse la capucha de la chaqueta para sentirme seguro, me encogí como pude, cerré los ojos, dije tu nombre y mi sentimiento: '[...] te quiero', me dormí y nada más.