miércoles, 5 de febrero de 2014

Soledad de verso a verso.

Mustio el suscitante anhelo que resbaló del párpado
gris y sosegado, cautivado por el negro pálido que hubo resbalado.
Traslúcida ilusión que tornó su hielo en simple líquido salino
que suspiró, gritó, quiso ser y murió antes siquiera de ser mi inquilino.

Ella le lloró, pues su amor se fundió entre sus dedos,
el tiempo pasó, sin temores y sin miedos, se hizo rápido.
Miró atrás y vio el error que comió de su mano, el fuego
que prendió el pecho y fulminó su mente, su amor pálido.

Mas el poeta como en su costumbre, erró al sentir por ella,
pues amor en su pecho cultivó por ella, para amarla.
Mas el poeta en su ingenua mente, la idealizó, es su estrella,
ya imposible la marcha atrás, no hay más remedio que esperarla.

Anhelarla.
Tenerla en mente.
Contemplarla, llegué a destiempo.
Besarla, solo en mi mente.
Su pecho solloza por él, por él.
Desvaría, no por el poeta, pero ausente de alegría.
Yo por tu felicidad cien años sufría, amiga de mi compás, de mi paz.
Ab imo pectore te digo, amada, te quiero.
Pero con cordura te digo, mi amiga, te quiero.