miércoles, 25 de diciembre de 2013

Presente enfermo.

Vivo y me está costando. Escribo y es últimamente lo poco en lo que estoy avanzando. Me doy cuenta de mi desespero al caer en las redes de cupido, me vuelvo más primario, más desesperado por obtener una respuesta, busco mil formas de contactar y tras hacerlo me arrepiento porque sé que me estoy pasando. Deseando que desde tu perspectiva no lo veas cómo yo me imagino que lo harías. Cuando manda el corazón la mente calla, y viceversa, a grandes rasgos soy así. Pero bueno, al menos sé que siempre estaré preocupado por ti, pensando en todo lo que te concierne y si me pides silencio, silencio obtendrás. No lo sé porque lo intuya, lo sé por experiencia.

Y a todas horas me quedo embobado mirando la pantalla de mi móvil, esperando tu respuesta, una señal aunque sea, saber que respiras al menos. Necesito oír tu voz, tu tacto, tu sentido del humor y tu compañía. Necesito escapar de esta cárcel llamada familia, que trata de unirse para estos tiempos festivos pero sigue estando rota, estando distante y yo sé por qué. Intenté cambiarlos un poco a mejor pero no puedo, no escuchan si no soy un televisor, no hacen caso si no soy un billete de veinte euros y aquí estoy yo, solo, agrietado, quebrado y creo que abandonado. Me abandonó mi sensatez, mi paciencia me desbordó. Trato de limpiar este zulo en el que sobrevivo, y he avanzado.

Mi corazón suave empieza a pedirme explicaciones, exige por qué y cómo, esta situación es estúpida, es injusta para mí y para mis putos sentimientos. Trato de ser el mejor, no para ser superior sino para ser bueno, amable, un ejemplo a seguir de persona, para que todo el mundo vea en mí algo bueno, algo que les haga sentirse cómodos conmigo, pero sobretodo sentirme orgulloso de lo que soy. Te diré qué es lo que consigo: Tener una confianza nula en mí mismo, desesperación creada por paranoias propias, desgana al ver que no es eficaz mi forma de ser y dolor al sentir todo lo anteriormente mencionado.

Y así soy yo, un chico solitario que lloriquea por compañía, por amor, por justicia. Un personaje secundario en este libro llamado vida. Un espectro que deambula por los recovecos más oscuros tratando de sacarles la luz, tratando de buscar lo bueno en lo más pútrido. Por eso intento sonreír, por eso intento vivir y tener algo de lo que creo que me merezco. Me merezco tener la mente en calma, tener tranquilidad cuando hay silencio, tener un cálido sentimiento cuando me tirita el corazón y un gran abrazo que extinga esta soledad.